Nadie en Piornal conoce los orígenes de Jarramplas, el singular personaje recorre cada 19 y 20 de enero las calles piornalegas, soportando el vendaval de nabos que el pueblo le lanza con saña.
El ritual comienza el 19 con una primera salida hacia el mediodía. Ataviado con una máscara cónica con cuernos, un traje blanco del que cuelgan cientos de pequeñas cintas multicolores y un tamboril que hace sonar con dos gruesas cachiporras de madera, se pasea altivo y desafiante haciendo sonar el tambor, mientras recibe una lluvia incesante de nabos.
Por la tarde, tras una breve salida de Jarramplas, tiene lugar en la iglesia la bajada del Santo -San Sebastián, en cuyo honor se celebra la fiesta-. Hacia las doce de la noche, la gente se concentra en la puerta de la iglesia.De rodillas, Jarramplas reza unas oraciones, tras las cuales la multitud entona las Alborás por las calles del pueblo.
El día 20, hacia las diez de la mañana, desde la puerta de la iglesia, se inicia la Procesión. En esta ceremonia, Jarramplas, con la cabeza descubierta, va caminando de espaldas sin apartar la vista del Santo. Seguidamente tiene lugar la misa que precede al canto de la Rosca de San Sebastián.Un grupo de mozas cantan solas después del toque de tamboril de Jarramplas, acompañadas por un niño que repite el último verso de cada estrofa.
«A la guerra, a la guerra
y al arma, al arma
Sebastián valeroso
venció batalla.»
Concluida la Rosca tiene lugar el momento más esperado de la fiesta, Jarramplas sale a la Plaza de la Iglesia, en ella se palpa la tensión de momento. Desde todos los ángulos, cientos de proyectiles impactan sobre el personaje, éste, lejos de amedrentarse, reta a la muchedumbre desde el último escalón de la puerta de la torre, en borde de la fuente o poniéndose de rodillas…, sin dejar de hacer sonar el tamboril.
Por la tarde, después del Rosario, Jarramplas efectúa una última salida, tras la cual entregará su ropa al mayordomo -persona que acarrea con los gastos que genera la fiesta- del año que viene.