Pudiera parecer que la fiesta, unida a la celebración de los mercados semanales de cada martes, es cosa nueva, de no demasiados años. No es cierto. El desarrollo de esta institución mercantil, cada martes desde hace siglos (tal vez incluso desde la fundación de la ciudad a finales del s. XIII), puede haber ido parejo con celebraciones festivas de las que gozaban los mercaderes que, el segundo día de cada semana, acudían a la ciudad hasta de comarcas de las provincias de Salamanca, Ávila y Toledo, ajenas a su territorio.
El mercado tenía y sigue teniendo cada martes algo de festivo. Pero, siglos atrás, especialmente los martes Botijero, de San Andrés y del Corpus Christi, atraían a «saltimbanquis, gimnastas, titiriteros, músicos, ciegos, guitarristas, cantaores, vendedores y recitadores de romances y aleluyas…» según cita Mª de la Montaña Domínguez en su libro ‘Plaza Mayor’ (1992).
La fiesta unida al mercado viene, pues, de lejos. Sin reparar en que en el pasado había mercados semanales que destacaban, como queda dicho, sobre los del resto del año, en estos años más cercanos surgió la idea de poner de relieve al menos uno de ellos.
A finales de la década de los años 60 del pasado siglo el Centro de Iniciativas Turísticas propuso, como una forma de fomentar el turismo en la ciudad, distinguir de los demás uno de tales mercados. El Ayuntamiento acogió, desarrolló la propuesta, y eligió el mes de Octubre para su celebración. Se denominó a la fiesta «Martes Turístico». Y se celebró por vez primera en el año 1970. En 1975 se trasladó al mes de Agosto, pues se hacía así posible atraer a la ciudad mucha más gente, que disfrutaba en tales fechas de sus vacaciones.
Desde el primer momento, y sin orillar la idea de la explotación turística de la fiesta, se organizaron los festejos como una exaltación del mercado, sí, pero también de homenaje a los mercaderes que desde antaño lo hacían posible; como un agasajo a las comarcas circundantes y a sus habitantes; y como una manera de incentivar las relaciones de la ciudad con todos ellos, y de estimular producciones de calidad.
La fiesta quedó pues, íntimamente relacionada con lo mercantil, y con las gentes y tierras de las comarcas del ámbito de influencia de la ciudad, especialmente. De ahí las exposiciones y concursos de productos hortofrutícolas, de trajes típicos de cada localidad, la dedicación de días especiales para cada comarca, de atención a las corporaciones municipales, de nombramientos honoríficos, y de premios diversos, también para los artesanos.
Andando el tiempo, en 1980 cambió la fiesta de nombre, y vino a denominarse «Martes Mayor», con el que continúa, para poder conseguir que se declarase fiesta de interés turístico. Se le han ido añadiendo incentivos como el concurso de tamborileros, corridas de toros, escenificaciones medievales y otros diversos motivos de atracción, que hacen que Plasencia rebose de gente y de entusiasmo cada año el día de tal celebración.